03 julio, 2008

Cosas que pasan

2008.jul.3


Llevaba horas trapicheando en el desván en busca del disfraz perfecto. "¿Qué te parece este?", decía cada vez que encontraba uno nuevo; "No, demasiadas polillas, ¿no crees? Pensarán que voy de muerta viviente en lugar de dama de la alta sociedad del siglo XIX", se auto replicaba. Era verdaderamente exasperante. Yo la observaba, sentado en una caja al lado de la puerta del desván.

Tenía el cabello marrón recogido con una traba en la nuca y de vez en cuando se ponía tras las orejas los mechones que eran demasiado cortos como para ser sujetados con la traba. Yo le había sugerido varias veces que utilizase horquillas, incluso le regalé un paquete enorme por navidad, pero ella siempre me miraba a los ojos, sonriente, y me decía que, si el mundo no era perfecto, ¿por qué habría de serlo su pelo?; luego se giraba y seguía concentrada en su labor anterior, o volvía a la conversación que habíamos estado manteniendo segundos antes.

En el desván de aquella enorme casa había una sección dedicada únicamente a los disfraces: armarios antiguos y cajas llenas de disfraces ocupaban la mayor parte de la estancia, a la derecha de la puerta. En el extremo izquierdo había un viejo espejo de cuerpo entero, situado al lado de la ventana, así que ella, cada vez que se probaba un nuevo disfraz se dirigía hacia allí y, si no hubiese sido por la mugre que cubría el cristal de la ventana, el vecino demasiado curioso de la casa de enfrente habría visto demasiado. Yo, por supuesto, se lo decía:

-Apártate de la ventana, el señor Collins te podría ver. Puedes colocar el espejo en otro sitio.

Ella suspiró ligeramente mientras observaba, absorta, su reflejo en el espejo, y no me contestó, ni siquiera me miró. Esto me molestó un poco, pero lo atribuí a su estado de nervios por la fiesta y a su personalidad: ella era abstraída y despistada por naturaleza; yo la veía como un perro pequeño que solo piensa en jugar y al que hay que proteger. Después de casi dos horas de monólogo, se decidió por el primer disfraz que se había probado y deshechado, uno de bruja al que le faltaba el gorro, pero, muy bajo, de manera que sólo pudimos oírlo los dos, dijo: "No importa, no me verá...Además, así podré llevar al gato."


Mentiría si dijese que no amo a Junko, pero también mentiría si dijese que somos la pareja perfecta, que nos comprendemos a la perfección, y que, por mucho que nos enfademos, siempre logramos arreglarlo. La verdad es que creo que tenemos un problema; hace unas semanas tuvimos una gran discusión. Ella estaba furiosa porque decía que pasaba demasiado tiempo trabajando... je, típico, ¿no creéis? El caso es que gritamos mucho, yo me enfurecí, y la llamé egocéntrica y muchísimas cosas más de las que ahora no quiero recordar. Ella rompió a llorar y se fue. Cogió el coche y se fue.

Dos horas más tarde un coche de policía aparcó delante de la puerta de mi casa y llamó a la puerta. Me dijeron que no iba a volver. Un accidente, dijeron. Cosas que pasan, dijeron. Yo no los creí, e hice bien. Seguramente se habrán confundido, porque a la mañana siguiente ella estaba conmigo, en el sofá, y había apagado el televisor al llegar. Pero desde entonces no ha vuelto a ser la misma. Murmura cosas, habla sola y no me contesta, se pasa el día ordenando el desván, mirando fotos y disfraces, preparándose para ir a fiestas a las que nunca va, haciendo comida para uno. Yo dejé el trabajo, ahora estoy la mayor parte del día en casa, pero es como si no estuviera... Junko.

2 comentarios:

Smilegirl dijo...

Hasat que no desaparece no se le tiene en cuenta... Que lástima que la vida sea tan cruel a veces...

(Libe! eres mi rayo de sol en un día de tormentaa! te quiero!! y me alegró el día que volvieras a escribir y que yo lo pudiera leer! gracias flor! (K) )

Libelle dijo...

De nada! Pero gracias a t por leerlo que te guste!^^