30 julio, 2008

Different shapes

2008.jul.30

Me da vergüenza admitirlo, hasta creo que aún no me lo creo, pero te echo de menos, tanto como hacía tiempo que no echaba de menos a alguien... Tus e-mails con los archivos adjuntos, tu risa estridente, los abrazos matutinos. Dos visiones, sólo una de ellas se sale de lo común.

Me da vergüenza, pero cuando veo tus llamadas perdidas no puedo evitar imaginarte sonriendo y un ejército de mariposas (si, mariposas), se abalanza sin piedad alguna sobre mi estómago y avanza hacia los pulmones y el corazón, haciendo difícil el hecho de respirar; y es que últimamente me he hecho muy aficionada a eso de coger aire.

Pero no creo que sea eso que llaman amor, o tal vez sí. Ahora mismo sólo sé que me gustaría acordarme de dónde aparqué por última vez mi platillo volante para ir a buscarte.


Luego, muy cuidadosamente, introdujo el holograma dentro del sobre y lo eliminó para que el ser que podría estar escuchado al otro lado de la puerta no tuviese ninguna prueba.

19 julio, 2008

Sólo un día más

2008,jul,19

Toda la noche con los ojos abiertos, cual búho, acechando en silencio y atentamente a ese pobre roedor que sería su cena.

Creía que así debía ser. Creía que debía permanecer despierta, no por si acaso pasara algo, que no hiba a pasar, sino simplemente porque así debía ser. Debía mantener su mente despierta y sus ojos abiertos a la oscuridad de la casa, dejando rondar en su mente todas esas cosas que durante el día se ocultaban de ella como si fuesen vampiros vencidos por la luz del sol. A veces se preguntaba por qué todas esas cosas no se le ocurrían cuando estaba con alguien: serían un buen tema de conversación.

Pero miradla. Pasan los días y no duerme. Sólo deja que sus ojos se cierren pocas horas antes del amanecer... ¿por qué? ¿Nadie se lo ha dicho? ¿Quién debía hacerlo?

Entonces fu él a avisarla. Eligió el momento en el que su mente, de puro cansancio, ya no discernía entre sueño y realidad. Se subió a su cama de un ágil salto y deslizó su sedoso cuerpo por entre las sábanas, se acercó a ella y, entre ronrroneo y susurro le dijo:

-Debes dormir, preciosa. Debes dejarnos entrar aquí cada noche. Somos lo únicos que podemos ayudarte. Debes...-suspiró- dormir. Los adultos también duermen.

Ella abrió los ojos muchísimo, y creyó ver los ojos de color verde intenso de un gato.

-Los adultos también duermen-, murmuró, despacio, y cayó rendida, aliviada por fin.

18 julio, 2008

Dedicado a los hombres que transitaron la TF-13 entre las 11:30 y las 12:00 o Anatomía de un pollo

2008, jul, 18

Mírala. Está buenísima, ¿eh? Y ese vestidito... mmmh. Te imaginas todas las cosas que podrías hacer con ella mientras la miras lascivamente cuando pasas con el coche. Síguela. No, tengo que... No, no tienes nada que hacer; síguela, anda, y a lo mejor te recompensa.

Te subes a la guagua detrás de ella, y te bajas en su parada. No ha abierto la boca en todo el trayecto. Entra a su casa como alma que lleva el diablo, con la cabeza gacha y procurando no mirar a los coches que pasan e ignorar, seguramente, las pitas que suenan a su alrededor. Ves que agarra fuertemente su vestido: el viento lo levanta suavemente, y no hay manera de que ella logre impedirlo. Finalmente cierra la puerta de su casa tras ella y la oyes suspirar cada tres segundos. Y de repente algo cambia. Ya no lleva un vestido verde. Ahora viste una falda azul marina hasta el suelo, una camisa de manga larga con un poco de escote blanca y un delantal e la cintura. No te lo crees, pero ves a tu madre... o tal vez veas a tu hija. Lloran desconsoladas, hablan con otra mujer, es posible que sean sus madres. ¿Por qué llora?, te preguntas, y ella, aunque no te oye, te responde mientras suplica con la mirada a su confidente.

Le cuenta lo mal que se ha sentido, le pregunta que si su actitud (sentada con los brazos cruzados y la frente alta) no era la correcta, le pregunta que si debió de responder a las miradas y los gestos. No hubo nada de discreto en todo lo que vio u oyó, la fantasía del caballero y hombre cortés se había desvanecido en un instante y había aparecido un monstruo horrible, malvado y desconsiderado que la había violado sin tocarla. Te sientes sucia, afirmó la madre de tu madre, tu abuela, también mujer, tratando de completar una frase que la mujer que te dio la vida no logró terminar debido al llanto...

Te sientes mal, ¿no? No quieres que tu madre se sienta así, ni quieres verla llorar, porque ella no hizo nada, ella era una señora, ¿verdad?

Pues piensa en esto cada vez que mires a una mujer como si fuera una puta muñeca inchable.

04 julio, 2008

Cosas que pasan II

2008.jul.4


Levantó la mirada, poco a poco, y se mordió el labio inferior mientras sonreía. Volvió a recorrerme de arriba a abajo y dijo: Será mejor, mucho mejor que tú. Sólo de pensarlo el corazón me late a mil. Y luego me tumbó en el sofá y me besó, y dejó que yo la recorriera a ella una vez más.

A la mañana siguiente ya no había rastro de ella en el pequeño piso. La única pista delatora de que lo que había pasado la noche anterior no había sido un sueño eran sus cabellos en la almohada y los platos por fregar de su desayuno. Esperé a que volviese aquella noche, pero no dio señales de vida; así pasó igual la noche siguiente, y la que le precede... así durante tres largos meses. No me importó demasiado, porque yo tenía a quién abrazar y besar cada noche, pero me molestaba el hecho de que no se hubiese despedido siquiera; pero bueno, al fin y al cabo, ella me había advertido de eso desde el principio, que cualquier día podría desaparecer de mi vida porque "lo había encontrado". Lo considero estúpido: me entrega su ser mientras busca o encuentra a ese hombre maravilloso que será mejor que yo. Esa era la diferencia entre ella y yo: yo no la necesito, ella a mi si.

Aquella noche no había llamado a nadie, me apetecía pasar solo la vigilia, bebiendo cerveza y leyendo alguno de esos libros que la universidad y el sexo me habían hecho abandonar en la estantería. Abrí un libro arrancado al azar de su lecho de polvo y las partículas de tierra me hicieron estornudar varias veces. La páginas estaban algo manchadas por la humedad, pero aún se podía leer; cerca de las dos y media de la mañana oí pasos en el pasillo, y pensé que Carlos (mi vecino) volvía temprano de los bares; esperé oír el sonido de unos tacones acompañando los suyos, pero no se oía nada más que una persona. De repente una llave se introdujo en el cerrojo de mi puerta y apareció ella, tras estar semanas desaparecida. Yo miraba hacia la puerta, pero no cambié de postura, ni hice amago de ir a recibirla. No pareció sorprendida, ni ofendida, más bien parecía que estaba demasiado absorta en algo.

Después de cinco minutos, ella seguía en la puerta, en silencio, mirando al suelo; yo carraspeé. Fue como si de repente le hubiesen dado un tortazo: abrió mucho los ojos verdes, se sobresaltó y dejó los labios entreabiertos. Se acercó a mi con paso titubeante, puso su cara muy cerca de la mía. Sinceramente, pensé que su aliento olería a alcohol, pero olía a pasta dentífrica de esas que están de promoción en los supermercados. Sin saber por qué aquello me excitó muchísimo; intenté besarla, pero antes de ir a rozar los labios ella murmuró algo que me dejó absolutamente perplejo:

-Ya sé cómo te llamas. Ya sé quién eres.- Lo dijo como si hubiese hecho un gran descubrimiento, algo que cambiaría para siempre el destino del mundo y la humanidad.
-¿Qué dices?-repliqué.
-Durante mucho tiempo, me he preguntado por qué, si sé que no me amas a mí porque soy yo, sino por lo que soy, una mujer, te sigo amando, me sigues pareciendo terriblemente sexy y tu sonrisa me sigue derritiendo por dentro de la manera más dulce y cruel. No entendía por qué cuando estaba contigo y veía que al yo irme venía otra, no sentía unos celos intensos, no sentía el deseo de gritarte, odiarte...- Permaneció unos segundos en silencio, y yo no me atrevía a interrumpirla, luego prosiguió, despacio:
>>Mientras te amaba sabía que vendría otro, que te olvidaría, pero que después volvería a buscarte. ¿Mi bote salvavidas?, puede, pero sería demasiado romántico, cruel... o irreal. No sabía qué pensar, hasta que vi la fotografía que ella te hizo. Dios, me hiciste sentir tan... feliz; sonreías como un niño que acaba de hacer algo que no debe, y yo supe que, por muy poco que te viese o supiese de ti, siempre ibas a estar en mi vida. Así averigüé cómo te llamas.

-No entiendo...-balbuceé, tratando de controlarme-, tú ya sabes cómo me llamo, lo sabes desde el principio, yo te lo dije, y también las condiciones. ¿Por qué...?

-Sshh... tú, eres Eros, Cupido, hijo de Afrodita, Amor, eres el acto sexual sin condiciones y el cortejo para toda la vida. Caprichoso, libre e indiferente. Por eso sé que podré volver cuando quiera y que tú siempre me vas a recibir... tal y como haces con todas.

La miré a lo ojos, perplejo, y al ver lo que se escondía en ellos no pude más que sonreír.

-Me has pillado, ¿eh?-dije-,intenté que no te diereas cuenta, pero has sido más persistente de lo que pensaba.

-¿Y por qué no huyes? Tienes la oportunidad, sabes que no te detendré.

-Lo haré, tal vez... más tarde. Sólo si me obligas.






03 julio, 2008

Cosas que pasan

2008.jul.3


Llevaba horas trapicheando en el desván en busca del disfraz perfecto. "¿Qué te parece este?", decía cada vez que encontraba uno nuevo; "No, demasiadas polillas, ¿no crees? Pensarán que voy de muerta viviente en lugar de dama de la alta sociedad del siglo XIX", se auto replicaba. Era verdaderamente exasperante. Yo la observaba, sentado en una caja al lado de la puerta del desván.

Tenía el cabello marrón recogido con una traba en la nuca y de vez en cuando se ponía tras las orejas los mechones que eran demasiado cortos como para ser sujetados con la traba. Yo le había sugerido varias veces que utilizase horquillas, incluso le regalé un paquete enorme por navidad, pero ella siempre me miraba a los ojos, sonriente, y me decía que, si el mundo no era perfecto, ¿por qué habría de serlo su pelo?; luego se giraba y seguía concentrada en su labor anterior, o volvía a la conversación que habíamos estado manteniendo segundos antes.

En el desván de aquella enorme casa había una sección dedicada únicamente a los disfraces: armarios antiguos y cajas llenas de disfraces ocupaban la mayor parte de la estancia, a la derecha de la puerta. En el extremo izquierdo había un viejo espejo de cuerpo entero, situado al lado de la ventana, así que ella, cada vez que se probaba un nuevo disfraz se dirigía hacia allí y, si no hubiese sido por la mugre que cubría el cristal de la ventana, el vecino demasiado curioso de la casa de enfrente habría visto demasiado. Yo, por supuesto, se lo decía:

-Apártate de la ventana, el señor Collins te podría ver. Puedes colocar el espejo en otro sitio.

Ella suspiró ligeramente mientras observaba, absorta, su reflejo en el espejo, y no me contestó, ni siquiera me miró. Esto me molestó un poco, pero lo atribuí a su estado de nervios por la fiesta y a su personalidad: ella era abstraída y despistada por naturaleza; yo la veía como un perro pequeño que solo piensa en jugar y al que hay que proteger. Después de casi dos horas de monólogo, se decidió por el primer disfraz que se había probado y deshechado, uno de bruja al que le faltaba el gorro, pero, muy bajo, de manera que sólo pudimos oírlo los dos, dijo: "No importa, no me verá...Además, así podré llevar al gato."


Mentiría si dijese que no amo a Junko, pero también mentiría si dijese que somos la pareja perfecta, que nos comprendemos a la perfección, y que, por mucho que nos enfademos, siempre logramos arreglarlo. La verdad es que creo que tenemos un problema; hace unas semanas tuvimos una gran discusión. Ella estaba furiosa porque decía que pasaba demasiado tiempo trabajando... je, típico, ¿no creéis? El caso es que gritamos mucho, yo me enfurecí, y la llamé egocéntrica y muchísimas cosas más de las que ahora no quiero recordar. Ella rompió a llorar y se fue. Cogió el coche y se fue.

Dos horas más tarde un coche de policía aparcó delante de la puerta de mi casa y llamó a la puerta. Me dijeron que no iba a volver. Un accidente, dijeron. Cosas que pasan, dijeron. Yo no los creí, e hice bien. Seguramente se habrán confundido, porque a la mañana siguiente ella estaba conmigo, en el sofá, y había apagado el televisor al llegar. Pero desde entonces no ha vuelto a ser la misma. Murmura cosas, habla sola y no me contesta, se pasa el día ordenando el desván, mirando fotos y disfraces, preparándose para ir a fiestas a las que nunca va, haciendo comida para uno. Yo dejé el trabajo, ahora estoy la mayor parte del día en casa, pero es como si no estuviera... Junko.