27 septiembre, 2008
Y otra...
¿Podrías decirme, exactamente, la milésima de segundo en la que pestañeé y cómo pude hacer aparecer tal fortaleza ante mi? Es que yo ahora solo recuerdo sentirme tan... tan como una tortuga. Nobu. Es así, ¿no? Parecía tan inescrutable y firme, y aún así, sólo te ha hecho falta pronunciar ocho letras para que todo se venga abajo y hacerme abrir los ojos de nuevo a mi realidad. Que pretendo ser fría y distante, cuando lo que quiero es que me abracen, que pretendo ser autosuficiente, cuando lo que necesito es que alguien me bese y me diga esas cosas que tú le dices a ella. Que pretendo hacer como que no pasa nada, cuando lo que necesito es volver a respirar aire, ser yo, gritar ¡a quién le importa!, y abrazar y besar cuanto necesite, aceptar y asumir que amo y quiero ser amada, que me duele, pero que eso solo demuestra que soy capaz.
Y ya sé que esta es una de tantas cosas deprimentes que hay repartidas por el mundo, pero cada uno tiene sus días, y el muro de Berlín sólo se tiró una vez.
Oye... ¿me lo repites otra vez?
Te quiero.
11 septiembre, 2008
Para Sara
-¿Y por qué no simplemente algo que se te acabe de ocurrir? Como un cadáver exquisito, uno de aquellos que hablaban de la luna sin nombrarla… O también como la memoria de los callejones de alguna perdida y remota ciudad.
Y aún así, no pudo evitar preguntarse si se equivocaría.
10 septiembre, 2008
Conseciencias del I Ching
2008.sep.10
Observaba lentamente cómo la desnudaba. Primero le soltaba el pelo, luego la camiseta, el cinturón...
Lo estaba observando y aún así todavía no era capaz de hacerse a la idea de ello. ¿Así?. ¿tan fácil iba a ser?, se preguntaba mientras secretamente se rendía a las delicias del momento. Conforme su respiración, así como los latidos de su corazón iban más rápido, su asombro iba en aumento. Pensó que tal vez habría algo de dificultad en toda esta trama, antes de llegar a la meta. Su meta.
Llegó a ella el suave olor a rosas de aquella muchacha que, irritada y dolorida, había golpeado su carruaje al pasar horas antes. Recordó su mirada, de un verde intenso con manchas amarillas, como las aguas de un pantano. Mientras, ella seguía siendo invadida poco a poco, prenda a prenda.
Apenas recuerda lo que sucedió después. Sólo sabe que despertó, tal vez un par de horas, tal vez minutos más tarde, sola en el colchón. Recuerda haber echado en falta el olor de las rosas, pero no el de él... ni el de ella. Tenía la boca pastosa. Ordenó a una de sus sirvientas que le trajeran agua mientras otra le arreglaba el cabello y la maquillaba. Había instruido a sus criadas para que fueran muy discretas y leales en lo que a ella se refería, y estaba segura de que así era, aunque a veces le asaltaran dudas.
Recuerda que aquél día entraban los rayos tibios del sol otoñal a través de las persianas aún echadas. También recuerda que, cuando la sirvienta con el agua llegó le reprochó que había tardado demasiado en traerla, y no quiso atender a sus explicaciones. Entonces, al ver sus gritos reflejados en el rostro de aquella muchacha, indudablemente más joven y bella que ella, pudo ver lo que pensaba, y eso la asustó.
No abandonó sus aposentos en todo el día, y ordenó a sus sirvientas que no la molestaran... menos a aquella otra; a aquella otra le ordenó que no volviera por allí.
¿Cómo puede un ser tan frío amar tan apasionadamente?Y si no lo entiendes, es porque nunca has logrado pensar en ello...